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VIENTO Y MAREA (IV): COMPROMISO

Conocemos la extraordinaria historia de la familia Perales, que vive en La Rosaleda. Su amor por nuestros colores y su papel fundamental para que hoy se mantenga al mejor nivel nuestro querido templo.

Hay quien afirma que el compromiso nunca debe ser impuesto. Es una responsabilidad que nace desde dentro. Es una unión mucho más fuerte que la de un contrato o cualquier salario.

La familia Perales es un claro ejemplo de ello. El padre de esta amplia familia malaguista es don Andrés. Muchos aficionados saben quién es, es el ‘señor que vive en La Rosaleda’, pero pocos conocen realmente su historia. “En el 66 vinimos aquí a vivir mi mujer y mis siete hijos. Aquí a La Rosaleda”, explica. En su hogar, siempre anexo al estadio, han vivido felizmente desde entonces esta amplia familia: “Hemos nacido aquí los siete y hemos crecido los siete. Siempre con el himno del Málaga de fondo”, apunta Conchi, una de sus hijas.

Vivir en un recinto como este, evidentemente, tiene sus curiosidades, “cuando yo era pequeño hacía los deberes y jugaba en la grada. Mis vecinos son los futbolistas, empleados del club y aficionados”, confiesa Andy, el menor de los hermanos. Para los Perales, igual que para cualquier familia, su casa ha sido el escenario de sus momentos más especiales: “Aquí hemos celebrado acontecimientos familiares, como el anuncio del nacimiento de mi hija, ella ha aprendido a andar en La Rosaleda. Hemos celebrado comuniones, Noche Vieja, Noche Buena, todo aquí”, confirma Coqui, otra de las hijas.

Sin embargo, no todo han sido alegrías en el Estadio: “La peor época fue cuando hipotecaron el Club y mi padre tuvo que buscar trabajo en un taxi para poder comer”, explica Andy. Una etapa dura donde Andrés demostró su extraordinario compromiso con el malaguismo: “Mi padre, cuando trabajaba en el taxi, lo invertía todo en echarle gasoil a la máquina del césped, para no dejarlo morir”, aclara Conchi.

Gracias a su labor, La Rosaleda nunca cayó en el abandono y siempre permaneció lista para volver a recibir a sus aficionados de nuevo. “Cualquier malaguista habría hecho lo mismo. No tuve más remedio porque el Málaga duele”, afirma con rotundidad y modestia don Andrés.

El compromiso es cuidar del césped sin saber cuándo volverán a pisarlo tus jugadores. El compromiso es permanecer al lado de tu equipo también en las derrotas. El compromiso es trabajar sin descanso hasta conseguir tu objetivo. El compromiso es no renunciar nuca al amor, aunque lleguen momentos complicados.

Gracias, afición por seguir a nuestro lado, cuidando de nuestro escudo en la distancia y soñando con el reencuentro.

Sois como Los Perales: malaguismo, compromiso…Viento y Marea.